[...] Entretanto Daksha había llegado a ser el señor de los seres creados.
Después de considerarlo debidamente, el Creador encontró a Daksha apropiado y le nombró supremo señor de los seres creados.
Cuando Daksha alcanzó esta posición tan alta, el orgullo creció y creció en su corazón, pues en este mundo nunca ha existido una criatura a la que el poder no le intoxicara.
Daksha reunió a todos los sabios, y comenzaron a realizar un gran sacrificio.
Se invitó a todos los dioses que toman parte en las oblaciones ofrecidas en los sacrificios.
Los quinaras, Nagas, Siddhas y Gandharvas y todo el ejército de los dioses, acompañados de sus esposas se dirigieron al lugar del sacrificio.
Todos los dioses, a excepción de Vishnu, Viranchi y el gran Señor Shiva, salieron en sus carros aéreos.
Sati contemplaba estos hermosos carros de varias formas cruzando los aires.
Doncellas celestiales cantaban dulces melodías que se introducían en los oídos de los ascetas y rompían su meditación.
Cuando Sati preguntó a Shiva qué era todo aquel movimiento por el aire, éste se lo explicó todo.
Ella se sintió feliz al enterarse del sacrificio dispuesto por Su padre y pensó que sería una buena excusa para estar unos días con él en caso de que el gran Señor Shiva diera su consentimiento.
El ser repudiada por Su Señor atormentaba mucho Su corazón, pero siendo consciente de su culpa, no decía nada. Al fin, Sati habló con voz suave, teñida de temor, duda y cariño:
"Hay una gran fiesta en casa de mi padre, oh Señor. Si me das tu permiso, me gustaría ir y verla, oh fuente de compasión."
El Señor Shiva respondió:
"Tu idea es buena y a mí también me gustaría ir. Pero el problema es que tu padre no nos ha invitado.
Daksha ha invitado a todas sus otras hijas, pero por el rencor que nos tiene a ti te ha ignorado. Una vez criticó nuestro comportamiento ante Brahma; por eso ahora sigue insultándonos.
Si vas allí sin que te inviten, Bhavani, todo decoro, afecto y honor desaparecerá de ti. Sin duda es cierto que uno debería visitar a su amigo, maestro o padre sin esperar una invitación formal; sin embargo, no conseguirás nada bueno yendo donde hay rencor contra ti".
Sambhu se lo explicó a Sati de muchas formas; pero el destino había dispuesto que ella no actuara con sabiduría. El Señor le repitió una vez más que si Ella iba a la Casa de Su padre sin ser invitada, las consecuencias serían muy malas.
Después de razonar con Ella una y otra vez, Hara finalmente se dio cuenta de que la hija de Daksha no iba a quedarse, le ofreció algunos de sus ayudantes como escolta y la despidió.
Cuando Bhavani llegó a la casa de Su padre, nadie la recibió por temor a disgustar a Daksha. Su madre fue la única persona que la acogió cariñosamente. Sus hermanas la recibieron con grandes sonrisas, pero Daksha no quiso preguntar ni siquiera por Su salud; el mero hecho de verla encendía su ira. Sati fue a mirar el sacrificio, pero no vio en ningún sitio oblaciones dedicadas a Sambhu, Entonces se dio cuenta de la verdad del aviso de Sankara; Su corazón se inflamaba al pensar en el insulto a Su señor.
La pena anterior de ser repudiada por Su señor no la atormentaba tanto como el gran sufrimiento de ahora por el insulto a Su marido. Aunque hay muchas clases de grandes sufrimientos en el mundo, el insulto a las personas queridas es el más doloroso de todos. Este pensamiento irritaba a Sati. Y Su madre trataba de calmarla por todos los medios.
La ofensa a Shiva era algo insoportable. Por eso su corazón no podía apaciguarse. Entonces, reprochando con dureza a todos los reunidos, les habló enojada:
"Escuchad, ancianos de la asamblea y todos los grandes sabios!
Todos los que habéis injuriado a Sankara o habéis oído hablar mal de Él, debéis recoger el fruto de vuestro pecado; y Mi padre también se arrepentirá.
Cuando oigáis maldecir a un santo, a Sambhu o a Vishnu, si podéis debéis arrancar la lengua del que así habla o alejaros tapando vuestros oídos. El que mató a Tripura, el gran Señor Shiva, es el Espíritu universal; es el padre del universo y hace el bien a todos.
Él es a quien mi padre estúpido injuria, y está cuerpo Mío ha salido de los lomos de Daksha. Por lo tanto, teniendo presente en mi corazón al Señor Shiva, que lleva la Luna en su frente y un toro como emblema, dejaré ahora mismo este cuerpo."
Hablando así, Sati consumió Su cuerpo con el fuego del Yoga. Un grito de dolor se levantó de toda la asamblea.
Al enterarse de la muerte de Sati, los siervos de Sambhu comenzaron a destruir el sacrificio. Al ver que destruían el sacrificio, el gran sabio Bhrgu quiso protegerlo.
Sankara fue informado de todo y lleno de ira envió a Virabhadra. Este, al llegar, destruyó el sacrificio y castigó a los dioses según lo merecido. Como es sabido, Daksha recibió el castigo que todo enemigo de Sambhu debe afrontar. [...]
Después de considerarlo debidamente, el Creador encontró a Daksha apropiado y le nombró supremo señor de los seres creados.
Cuando Daksha alcanzó esta posición tan alta, el orgullo creció y creció en su corazón, pues en este mundo nunca ha existido una criatura a la que el poder no le intoxicara.
Daksha reunió a todos los sabios, y comenzaron a realizar un gran sacrificio.
Se invitó a todos los dioses que toman parte en las oblaciones ofrecidas en los sacrificios.
Los quinaras, Nagas, Siddhas y Gandharvas y todo el ejército de los dioses, acompañados de sus esposas se dirigieron al lugar del sacrificio.
Todos los dioses, a excepción de Vishnu, Viranchi y el gran Señor Shiva, salieron en sus carros aéreos.
Sati contemplaba estos hermosos carros de varias formas cruzando los aires.
Doncellas celestiales cantaban dulces melodías que se introducían en los oídos de los ascetas y rompían su meditación.
Cuando Sati preguntó a Shiva qué era todo aquel movimiento por el aire, éste se lo explicó todo.
Ella se sintió feliz al enterarse del sacrificio dispuesto por Su padre y pensó que sería una buena excusa para estar unos días con él en caso de que el gran Señor Shiva diera su consentimiento.
El ser repudiada por Su Señor atormentaba mucho Su corazón, pero siendo consciente de su culpa, no decía nada. Al fin, Sati habló con voz suave, teñida de temor, duda y cariño:
"Hay una gran fiesta en casa de mi padre, oh Señor. Si me das tu permiso, me gustaría ir y verla, oh fuente de compasión."
El Señor Shiva respondió:
"Tu idea es buena y a mí también me gustaría ir. Pero el problema es que tu padre no nos ha invitado.
Daksha ha invitado a todas sus otras hijas, pero por el rencor que nos tiene a ti te ha ignorado. Una vez criticó nuestro comportamiento ante Brahma; por eso ahora sigue insultándonos.
Si vas allí sin que te inviten, Bhavani, todo decoro, afecto y honor desaparecerá de ti. Sin duda es cierto que uno debería visitar a su amigo, maestro o padre sin esperar una invitación formal; sin embargo, no conseguirás nada bueno yendo donde hay rencor contra ti".
Sambhu se lo explicó a Sati de muchas formas; pero el destino había dispuesto que ella no actuara con sabiduría. El Señor le repitió una vez más que si Ella iba a la Casa de Su padre sin ser invitada, las consecuencias serían muy malas.
Después de razonar con Ella una y otra vez, Hara finalmente se dio cuenta de que la hija de Daksha no iba a quedarse, le ofreció algunos de sus ayudantes como escolta y la despidió.
Cuando Bhavani llegó a la casa de Su padre, nadie la recibió por temor a disgustar a Daksha. Su madre fue la única persona que la acogió cariñosamente. Sus hermanas la recibieron con grandes sonrisas, pero Daksha no quiso preguntar ni siquiera por Su salud; el mero hecho de verla encendía su ira. Sati fue a mirar el sacrificio, pero no vio en ningún sitio oblaciones dedicadas a Sambhu, Entonces se dio cuenta de la verdad del aviso de Sankara; Su corazón se inflamaba al pensar en el insulto a Su señor.
La pena anterior de ser repudiada por Su señor no la atormentaba tanto como el gran sufrimiento de ahora por el insulto a Su marido. Aunque hay muchas clases de grandes sufrimientos en el mundo, el insulto a las personas queridas es el más doloroso de todos. Este pensamiento irritaba a Sati. Y Su madre trataba de calmarla por todos los medios.
La ofensa a Shiva era algo insoportable. Por eso su corazón no podía apaciguarse. Entonces, reprochando con dureza a todos los reunidos, les habló enojada:
"Escuchad, ancianos de la asamblea y todos los grandes sabios!
Todos los que habéis injuriado a Sankara o habéis oído hablar mal de Él, debéis recoger el fruto de vuestro pecado; y Mi padre también se arrepentirá.
Cuando oigáis maldecir a un santo, a Sambhu o a Vishnu, si podéis debéis arrancar la lengua del que así habla o alejaros tapando vuestros oídos. El que mató a Tripura, el gran Señor Shiva, es el Espíritu universal; es el padre del universo y hace el bien a todos.
Él es a quien mi padre estúpido injuria, y está cuerpo Mío ha salido de los lomos de Daksha. Por lo tanto, teniendo presente en mi corazón al Señor Shiva, que lleva la Luna en su frente y un toro como emblema, dejaré ahora mismo este cuerpo."
Hablando así, Sati consumió Su cuerpo con el fuego del Yoga. Un grito de dolor se levantó de toda la asamblea.
Al enterarse de la muerte de Sati, los siervos de Sambhu comenzaron a destruir el sacrificio. Al ver que destruían el sacrificio, el gran sabio Bhrgu quiso protegerlo.
Sankara fue informado de todo y lleno de ira envió a Virabhadra. Este, al llegar, destruyó el sacrificio y castigó a los dioses según lo merecido. Como es sabido, Daksha recibió el castigo que todo enemigo de Sambhu debe afrontar. [...]